sábado, 30 de octubre de 2010

La promoción del mundo obrero

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     Las clases sociales siguen existiendo, no con la misma apariencia que en siglos pasados –al menos en el mundo industrializado-, sino que ahora se disfraza de globalización, multinacionales, autoempleo o medidas económicas que no favorecen a los que menos tienen.
     Los empobrecidos del mundo obrero siguen sin tener protagonismo en la una sociedad que se llama democrática, porque la tiranía de este capitalismo globalizado socava los cimientos de la dignidad del individuo, convirtiéndolo en mera herramienta de producción y consumo, sin perspectivas para el desarrollo personal y humano. Fomentando todo aquello que sustenta al capitalismo, como el consumismo y el individualismo, para no dar lugar a la búsqueda de la igualdad social que satisfaga las aspiraciones y esperanzas de los más desafortunados.
     Por otro lado, el sindicalismo, una de las fuerzas impulsoras de la solidaridad en el mundo obrero, ya no es lo que era. Los sindicatos, generalmente, están demasiado identificados con partidos políticos concretos, y aunque promueven movilizaciones en el mundo obrero, no tienen la fuerza reivindicativa suficiente por no identificarse totalmente con las necesidades concretas de los trabajadores.
     Es necesario promover al mundo obrero más empobrecido, sacándolo de la incultura y haciendo a la vez que adquieran conciencia de su situación, liberándolo de la marginación y sacándolo de “la caverna” para que vea la realidad. El primer paso para liberarse es el conocimiento, tanto en lo cultural, como en lo social como en lo humano. Hay que conocer dónde nos encontramos y a dónde queremos ir, y los medios de comunicación y la sociedad en que nos movemos, en general, no nos ayuda a adquirir este conocimiento.
     En los campos de lo social y de lo humano, la palabra de Jesús es fuente de conocimiento, pues busca la verdad y la justicia y se revela contra todo lo inmoral. El ser humano es el centro de la creación y todo lo que le rodea, todos los bienes y riqueza, deben estar a disposición de todos para proporcionarles una vida digna.
     La aplicación de la doctrina social de la Iglesia es un proyecto global para promocionar, especialmente, al mundo más empobrecido.