domingo, 12 de abril de 2015

Domingo de la Divina Misericordia

Hoy es el Domingo de la Divina Misericordia.

En 2002 la Iglesia hizo oficial la promesa de Cristo
de perdón total de las culpas y de las penas:
"Que ningún alma tema acercarse a mí,
aunque sus pecados sean como escarlata",
dijo el Señor en una promesa que hizo a
Santa Faustina Kowalska.

En el segundo domingo de Pascua, como hoy,
se concede indulgencia plenaria a aquellos
que confiesen, comulguen y hagan una
oración por las intenciones del Sumo Pontífice;
o bien rece ante el Santísimo en la Eucaristía
o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro,
el Credo y una invocación al Señor Jesús
misericordioso.

Padrenuestro:
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre,
venga a nosotros tu Reino,
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación
y líbranos del mal. Amén.

Credo:
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo.
Nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, todopoderoso.
Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica
la comunión de los santos, el perdón de los pecados,
la resurección de la carne y la vida eterna. Amén.

Invocación:
"Jesús, Misericordioso, confío en Ti"

sábado, 4 de abril de 2015

Acompañar a Maria

Hoy es el día para acompañar a María, la madre. La tenemos que acompañar para poder entender un poco el significado de este sepulcro que velamos. Ella, que con ternura y amor guardaba en su corazón de madre los misterios que no acababa de entender de aquel Hijo que era el Salvador de los hombres, está triste y dolida: «Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,11). Es también la tristeza de la otra madre, la Santa Iglesia, que se duele por el rechazo de tantos hombres y mujeres que no han acogido a Aquel que para ellos era la Luz y la Vida.