miércoles, 26 de enero de 2011

El reconocimiento práctico de Dios

El reconocimiento práctico de Dios impulsa a la entrega a los demás.-

Lo primero que podemos preguntarnos es ¿qué es el reconocimiento práctico de Dios?. Muchos creyentes ven a Dios solamente como un Ente lejano de nuestras vidas cotidianas, que decide sobre el destino del universo y de las personas y que nos juzga al pasar a la otra vida para salvarnos o condenarnos; es un Dios con el que tenemos que llevarnos bien por la cuenta que nos trae. Sin embargo, ya desde el Antiguo Testamento, se nos deja ver que Dios quiere obras de amor con nuestros semejantes más que sacrificios inútiles. Con la venida de Jesucristo se nos muestra más claramente este reconocimiento práctico de Dios, reconocimiento práctico que hasta el refranero nos apunta: “obras son amores y no buenas razones”, y en esto es donde Jesús insiste constantemente: “No todos los que dicen Señor, Señor entrarán en el reino de los cielos, sino solo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial”, “amaos los unos a los otros como Yo os he amado”… Jesús se refiere al amor que se demuestra en la entrega, en el compartir.

Cuando incorporamos a nuestra vida al Dios cercano del que nos habla Jesús, el Dios del amor, de la justicia y de la paz, y lo hacemos formar parte de todas las actividades de nuestra vida, desde las más importantes hasta las más cotidianas, entonces hemos asumido el reconocimiento práctico de Dios que constantemente nos motiva para actuar en consecuencia; el Espíritu de Dios actuará a través de nosotros, viendo nosotros las cosas con los mismos ojos con que las ve Jesús. Así, no podemos quedar impasibles ante la injusticia, ante la guerra, ante la indigencia, ante el dolor, ante todo lo que hace sufrir a los más próximos y al resto de la humanidad.

Personalmente, pienso que hay un sentimiento de culpa que siempre me atormenta, porque no me doy suficientemente, porque no comparto suficientemente. Es mi conciencia que siempre me interpela y me lleva a ese reconocimiento práctico de ese Dios al que rezo a menudo.

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